lunes, 21 de abril de 2008

Reflexiones de Javier Sánchez Merina (arquitecto)

• “UN PARAÍSO A SU ALCANCE.”

•“ENCUENTRA LA LLAVE DE LA FELICIDAD...”

• “UNA CONSTRUCCIÓN DE AUTÉNTICO LUJO PARA QUIENES DESEAN LO MEJOR DE LO MEJOR. TENÍA QUE SER ASÍ.”

• “UNA VIDA FASCINANTE.”

• “EL LUJO DE VIVIR.”

• “NUESTRO LEMA: CONSTRUIMOS TUS SUEÑOS.”

Éstas son sólo algunas de las expresiones con las que comienzan la caza del cliente. Prensa, radio, televisión y, más que nunca, las representaciones virtuales de Internet nos prometen algo por lo que familias enteras se hipotecan de por vida... y también en la eternidad, ya que sus hijos pueden ahora heredar la deuda.

Pero, ¿cuál es el valor real de ese algo tan deseado y por el que estamos dispuestos a tal sacrificio? En los anuncios televisivos de las grandes promociones uno no llega ni a ver una planta o interior de la vivienda, todo lo contrario, en su lugar nos presentan apartamentos con vistas al ex-futbolista Cruyff triunfando ahora como golfista, o contemplando las infinitas piernas de Anne Igartiburu paseando por la playa. Yo prefiero la vivienda con vistas a un Camacho jovial y su perro juguetón.

Sin duda alguna, las promesas de las promotoras van más allá de ofrecer unos cuantos metros cuadrados construidos. Sucede que también estamos pagando por saciar nuestro DESEO.

Por lo tanto, más que existir una contradicción entre lo que las promotoras nos quieren vender y cómo lo venden, lo que acontece es una gran paradoja: ¿Por qué no ofrecer al cliente lo que en realidad éste quiere? La respuesta sería tan directa como la de llevar a cabo esta otra manida frase:

• “SUS DESEOS HECHOS REALIDAD.”

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